El postureo de las estrellas

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Nos encanta ser críticos de cine. NOS-EN-CAN-TA. Eso de ir a ver una película los primeros (sobre todo, aquellas que todo el mundo quiere ver) y, una de dos, o ensalzarla para que todo el mundo te odie por haberla visto primero, o tirarla por los suelos para… No sé, para sentirte mejor después de haber pagado los diez euros que vale una entrada de cine. Hay que reconocer que lo de crítico de cine lleva intrínseco eso del postureo. Sí, me refiero a aquellas personas que, por el simple hecho de ser una película hollywoodiense, ya comienzan a vapulearla porque «es que tiene muchos tiros y los diálogos son penosos»; o también aquellos que odian el cine independiente, a lo mejor algo más lento, y la critican por su falta de ritmo, de acción.

Pero yo me pregunto una cosa: cuando valoramos una película, ¿valoramos lo que ésta pretende? ¿Valoramos en función de nuestros gustos o en función de lo que ha contribuido al cine? Veamos. Podría deciros ahora mismo que mis películas favoritas son Moulin Rouge y Billy Elliot, y sin embargo, os puedo asegurar que no son las mejores películas que he visto. En Filmaffinity, ambas tienen mi 10 por lo que me hacen sentir cuando las veo (todas las veces, que son muchas, y todas me hacen sentir lo mismo). Y, sin embargo, no he sido capaz de terminar de ver El padrino (matadme, sí). Si yo fuera un crítico consagrado, ¿alguien me creería si hubiera dado a las dos primeras las cinco estrellas sin haber sido capaz de terminar de ver la segunda?

Por ello, pienso que un crítico de cine (y no sólo hablo de los profesionales, sino de los de a pie, de nosotros) debe fiarse de sus emociones, de las veces que ha mirado el reloj durante la película, de las veces que le ha dejado con la boca abierta o de las veces que ha mirado a la pantalla y apenas podía parpadear. Y además, debería valorar su predisposición para con la película. Me refiero a que yo recomiendo a cualquiera que me esté leyendo ahora mismo que vea las tres primeras películas de Scary Movie o de American Pie porque para mí son una genialidad. ¿Van a recibir el Oscar? Pues no, pero como comedia yo les pondría sus cuatro estrellas.

De hecho, después de todos los años que llevo leyendo las críticas de la Fotogramas, he podido llegar a una conclusión: las mejores películas reciben tres estrellas. Son la apuesta segura. Son las entretenidas, las que sales del cine diciendo: «Joder, igual no es la mejor película que he visto, pero se me han pasado las dos horas que ni me he enterado». Sin embargo, y lo tengo comprobado, las de cinco estrellas (casi) nunca consiguen satisfacerme. Son aquellas películas que sólo gustan a los críticos. Nadie sabe por qué. Pero sólo ellos (y un sector gafapasta) las disfrutan.

Por ello, dejémonos de mamoneos y de gafapastas y de poner estrellas por el nombre, por favor, y basemos nuestras estrellas y valoraciones en la medida en que esa película nos hace amar un poquito más el cine. Gracias.

—Jonathan Espino—